CÓMO SE HIZO SE HIZO "EL
HUNDIMIENTO"
Notas de producción
© 2004
DeAPlaneta
Cuando el escritor y
productor Bernd Eichinger leyó las galeradas del libro Der
Untergang (El hundimiento: Hitler y el final del Tercer Reich),
del historiador Joachim Fest, supo que había dado con el
elemento dramático necesario para la película que llevaba
décadas soñando con hacer y que nunca había podido debido a su
alcance. El libro de Fest se centra en los últimos días del
Reich, y Eichinger se dio cuenta de que la horrible epopeya de
Hitler y de su pueblo durante los últimos doce años en el poder
se reflejaba en aquellos últimos doce días en el búnker. «Los
últimos días nos muestran claramente cómo el fanatismo de masas
funcionó en los primeros años del régimen y cómo siguió reinando
hasta su triste final», explica Eichinger.
Por la época en que leyó el
de Fest, Eichinger leyó también otro libro muy importante, las
memorias de Traudl Junge, la secretaria personal de Hitler,
titulado Hasta el último momento: la secretaria de Hitler cuenta
su vida. «Fest me aportó el marco temporal, y Traudl Junge el
personaje que lo aglutinaría todo», explica.
EL HUNDIMIENTO es la primera
película alemana que trata abiertamente el tema de Hitler desde
Der Letzte Akt (1956), de G. W. Pabst, narrada desde el punto de
vista de un simple soldado alemán interpretado por Oskar Werner.
El director de EL HUNDIMIENTO, Oliver Hirschbiegel, afirma: «En
lo que respecta a la historia del cine alemán, estamos abriendo
brecha, ya que no existe ningún marco de referencia
cinematográfico. Después de leer el libro supe que si me
comprometía a hacerlo, tendría que ser un compromiso total, pues
iba a vivir dos años de mi vida en el Tercer Reich, con todos
esos personajes y esa ideología primitiva... Se me ponían los
pelos de punta. Mi esposa me aconsejó que no lo hiciera. Sin
embargo, sabía que no me quedaría tranquilo, y en mi corazón,
antes de aceptar el proyecto, sabía que ya me había abierto a
él...»
El actor Bruno Ganz fue la
primera opción del director para interpretar el personaje de
Hitler. Hirschbiegel le envió el guión junto con un ejemplar del
libro de Joachim Fest. Ganz vio la película de Pabst, en la que
el actor de teatro Albin Skoda interpreta a Hitler. Esta
película le convenció de que era posible interpretar al
dictador. «Normalmente buscas diferencias con el original, pero
esta interpretación tenía vida propia, yo veía a aquel Hitler y
pensaba: “esto no es una imitación, es actuación”. Uno puede
acercarse a este ser monstruoso a través de la fantasía y de la
lectura. Para mí fue decisivo darme cuenta de que era posible».
Eichinger recuerda que,
durante las pruebas de pantalla en Munich, «Bruno estaba un poco
preocupado, y le sugerí que probara a hacerlo caracterizado. Y
funcionó enseguida. Cuando la sesión de maquillaje terminó,
Bruno salió con el traje (se había preparado muy bien para la
prueba de pantalla) y el efecto fue tan impresionante que todo
el equipo se quedó en silencio. Cuando más tarde le enseñamos la
grabación dijo, con ese aire un poco dubitativo típico de los
suizos: “sí, creo que debería hacerlo”.» Ganz coincide con él:
«Yo mismo estaba bastante perplejo de ver lo mucho que me había
acercado a Hitler, al menos en la apariencia. Y luego se apoderó
de mí esa pura ambición que todos los actores tenemos: quería
aquel papel».
Ganz, a pesar de ser de
origen suizo, se hizo enseguida con la voz de Hitler, pero no
repitiendo una y otra vez sus discursos, sino estudiando una
cinta magnética única de siete minutos en las que conversaba
tras una comida y que fue grabada en secreto por un diplomático
finlandés y sacada clandestinamente de Alemania durante la
guerra. El acento fue la parte fácil.
El actor cuenta: «Recuerdo
perfectamente una escena en la que tenía un niño en el regazo
que estaba cantando la canción Kein schöner Land in dieser Zeit.
Sabes que ese niño y sus hermanos serán asesinados poco después
por sus propios padres, los Goebbels. Era horrible. Es uno de
esos momentos en los que de verdad te gustaría salir corriendo.
También hubo otros momentos difíciles, rodando algunas escenas y
con algunos diálogos, como las arengas terriblemente
antisemitas. Pero cuando decidí aceptar el papel, sabía en lo
que me metía».
El resto del elenco es una
especie de «quién es quién» del cine alemán contemporáneo. Todos
ellos abordaron sus papeles con un cuidado exquisito.
Para Alexandra Maria Lara,
que interpreta a Traudl Junge, la secretaria personal de Hitler,
es una cuestión de comprensión. «Intenté imaginarme lo que
aquella joven, a la que en realidad le habría gustado ser
bailarina, debió de sentir durante aquellos oscuros días de la
guerra —explica—. Y cómo debió de sentirse al darse cuenta
paulatinamente de la espantosa pesadilla de la que era parte
(¡ella, que admiraba a su jefe y lo veneraba casi como a un
padre!) ¿Que si puedo entender a Traudl? Tengo que entenderla
para interpretarla. Aunque, ante un tema tan complejo, ésta es
una pregunta difícil. Me pareció fascinante enfrentarme a esta
mujer y al papel que debía interpretar, y también poder ofrecer
una visión distinta de este trágico episodio de la historia
alemana, pero esta vez con mis propias preguntas e ideas. Un
enfoque de este tipo te hace preguntarte cosas, y eso es bueno.
En su libro, Hasta el último momento, Traudl Junge dejó claro
que la juventud no era una excusa, y que si en aquel momento no
sabía nada de la exterminación de los judíos fue porque no
quiso. No intentó eludir la culpa y, después de la guerra, nunca
se sintió inocente. Respeto a Traudl Junge, porque supo
enfrentarse a ella misma y cambiar a través de la reflexión».
A Thomas Kretschmann, que
interpreta a Fegelein, el oficial de las SS, el proyecto le
pareció demasiado interesante como para rechazarlo. Hacía poco
había interpretado a un oficial nazi en El Pianista, de Roman
Polanski, y afirma: «Yo quería dejar atrás este tipo de papeles,
pues ya había tenido suficiente. Pero cuando leí el guión me
pareció tan bueno, tan preciso, que me sentí atrapado por él.
Contrasta la locura del búnker con la realidad del pueblo
sufriendo. Me alegro de haber participado en esta película.»
Kretschmann estudió a fondo para preparar su papel. «Como cuñado
de Hitler (Fegelein se había casado con la hermana de Eva
Braun), se las apañó para trepar hasta la cima. Era un cabrón.
Está claro que había muchos otros como él, pero Fegelein era un
cabrón especial. De todo lo que he podido leer sobre él se
deduce que siempre actuó por su propio interés. También era algo
así como “el caprichito de las nenas”, un tipo al que las
mujeres querían y los hombres odiaban».
«Yo formo parte de la
generación cuyas familias estuvieron directamente afectadas por
la guerra —afirma Christian Berkel, que interpreta al doctor
Schenck—. Mi padre era médico militar y fue capturado por los
rusos, igual que Schenck. La familia de mi madre era judía, y
todos, excepto mi abuela y dos primos, fueron asesinados durante
el Holocausto. Para mí significó mucho participar en esta
película».
El papel del ministro de
Propaganda de Hitler, Josef Goebbels, fue un encargo difícil
para el actor Ulrich Matthes. «Como actor, tienes que
caracterizar a los personajes (incluso a los que te imaginas
como monstruos, como demonios malvados) como personas. No puedes
“interpretar” al mal. Goebbels no se consideraba malvado, y ésta
fue para mí la mayor dificultad, dejar a un lado mis prejuicios
morales como ser humano informado y encarnar al personaje como
actor».
Corinna Harfouch explica el
atractivo que tuvo para ella el papel de Magda Goebbels. «Lo que
me interesaba de verdad era la idea de cómo el amor de madre, el
instinto más básico que hay, el de proteger a tus hijos, puede
torcerse, pervertirse tanto, dentro de ese paradigma de
fanatismo. La escena más difícil, por supuesto, fue aquella en
la que doy el somnífero a los niños. Como actriz, pude ver desde
fuera lo lejos que me podía llevar esta escena. No quería llegar
hasta allí, tenía los nervios a flor de piel antes de rodarla.
Fue muy intenso».
Se construyó una réplica
completa del propio búnker en un estudio de sonido de Bavaria
Studios, cerca de Munich. Aquel mismo estudio había acogido el
rodaje de otra película pionera sobre la Segunda Guerra Mundial,
Das Boot (El submarino) de Wolfgang Petersen. Al igual que el
submarino de este precedente, el búnker de EL HUNDIMIENTO era un
escenario de cuatro paredes. Los actores y el equipo de rodaje
pasaron semanas en el interior de este claustrofóbico búnker,
decorado con asombrosa fidelidad. Según Bernd Lepel, el director
artístico, «no había margen para la fantasía, para la
interpretación libre. Nuestra apuesta fue por la autenticidad y
logramos el efecto deseado. El escenario del búnker era
realmente claustrofóbico. Se construyó de forma que la cámara no
tenía por dónde moverse, siempre estaba en medio. Normalmente se
llevaba en mano. Sólo empleábamos luz natural, ya que teníamos
un techo fijo, sin grandes instalaciones eléctricas por arriba.
Queríamos que el público percibiese la fétida claustrofobia del
búnker».
En las tomas exteriores se
aplicaron los mismos principios para la iluminación. En palabras
del director Hirschbiegel, «La noche tenía que ser noche de
verdad, y ahí estaba el mayor problema. En el Berlín de 1945 no
quedaba ninguna farola que funcionara. No había otra cosa que la
luz del fuego, los fogonazos de los cañones y la luz de la luna.
Como fuente de luz empleamos un globo que nos servía de luz
natural. Por suerte, el nuevo material de Kodak de alta
velocidad es extremadamente sensible».
Para las escenas exteriores,
los cineastas tuvieron que encontrar lugares de rodaje que
recordaran al Berlín de abril de 1945. «Fuimos a varios sitios,
como Bulgaria, la República Checa y Rumania —afirma Eichinger—,
pero en San Petersburgo encontramos las calles perfectas. Es
increíble lo que se parece a Berlín en la guerra. Allí
trabajaron muchos arquitectos alemanes, y eso se nota
enseguida».
A finales de 1941, el
ejército alemán aisló San Petersburgo, cuando era Leningrado, de
Moscú. Durante el invierno de 1941-42, la ciudad estaba
totalmente cercada y allí se produjo entonces una de las peores
hambrunas de la historia. Más de un millón de personas murieron
de hambre. Leningrado sucumbía a una muerte lenta y atroz. Al
comenzar la guerra, la ciudad tenía una población de 3’5
millones de habitantes. Sólo sobrevivieron 600.000.
Eichinger recuerda cómo fue
trabajar en Rusia: «Rodar en San Petersburgo fue toda una
aventura. Trabajar en las localizaciones siempre es una
aventura. Pero esta vez la dinámica fue más emocionante, debido
a la horrible destrucción que esta ciudad sufrió a manos de los
nazis.» El director describe así el verse ante 700 extras rusos
vestidos con uniformes nazis en las calles de San Petersburgo
para recrear la caída de Berlín: «Sólo nos acompañaba el equipo
de rodaje alemán básico y nos pusimos a trabajar con un numeroso
equipo ruso. Se portaron de maravilla. La gente era estupenda.
Personalmente, creo que poder hacer juntos una película ahora,
en esta ciudad, acerca de este tema, dice mucho de lo lejos que
hemos llegado».
«Queríamos rodar esta
película en alemán, con actores alemanes y un director alemán
—apostilla—. El régimen nazi y la Segunda Guerra Mundial son,
sin lugar a dudas, los acontecimientos más tenebrosos, los más
traumáticos, de la historia de Alemania. Mi generación nació
después de la guerra pero, por supuesto, se trata también de
nuestra historia, y tenemos que vivir con ella. Creo que ya era
hora de que los cineastas alemanes se atrevieran a llevar este
material a la pantalla. Debe quedar en las mentes de todas las
generaciones que la intolerancia, el racismo y el fanatismo
conducen inexorablemente a la perdición».
Imágenes y notas
de cómo se hizo "El hundimiento" - Copyright © 2004 Constantin
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