CRÍTICA
por
Leandro Marques
Animados por
fantasmas sin alma
Si uno
entrara a una sala en la que están proyectando “Beowulf” sin
saber de antemano nada sobre ella, podría realizar un recorrido
de casi dos horas atravesado por la confusión. Sin duda,
detectará desde un principio, este ingenuo espectador, que se
trata de una película de animación, con una atmósfera y
construcción de los espacios que, a primera vista, le hará
pensar si no se trata de una versión completamente computarizada
de "El señor de los anillos". Esta
hipótesis no se sostendrá demasiado tiempo, dado que son
únicamente esos “aires”, y no otra cosa, los que permiten
establecer esa leve analogía. Luego, seguramente, encontrará
algo familiar en esos rostros animados que protagonizan la
historia. Se preguntará si ese rey algo regordete no se parece a
Anthony Hopkins, o si ese monstruoso demonio instalado en el
cuerpo de una bellísima mujer no luce demasiado similar a
Angelina Jolie. La trama seguirá avanzando, aunque
inconsistente. En la mente de este espectador, además de la
autorrecriminación por no procurarse obtener alguna información
sobre la cinta antes de entrar al cine, probablemente le
hipnotice otra pregunta: ¿esto, para qué?
“Beowulf” está dirigida por Robert
Zemeckis —realizador de la notable saga de “Regreso al
futuro”— y se plantea como una obra de animación para adultos.
Los recursos utilizados en dicha dirección tienen que ver,
aunque no parecen del todo precisados, con la abundancia de
violencia, con el uso casi constante de los tonos oscuros en
las imágenes para construir (escasas veces con eficacia) una
atmósfera tensa e intrigante, y porque apela a una historia
sangrienta de mitos, leyendas y demonios. Sin embargo, en
estos tiempos en que los límites entre niños y adultos son
cada vez más débiles, tal vez sea el casi permanente y tedioso
abuso del lenguaje la herramienta con la que el film busca
descubrirse definitivamente en su intención de un espectador
mayor. Porque si algo sobra en “Beowulf” son los chistes
alusivos al miembro genital masculino, así como también cierto
juego casi permanente con los cuerpos y la interacción sexual
entre hombres y mujeres. Sin duda, algo que no existe en "Shrek", "Monstruos, S.A." ni en ninguna otra cinta de
animación destinada a la familia.
La narración transcurre en algún muy
lejano momento del pasado, en Dinamarca. Allí, un maldito
monstruo, llamado Grendel, no permite la celebración de la vida
de sus habitantes, ni mucho menos de su rey, que no puede hallar
la paz para su pueblo. Cada anochecer, el monstruo ataca a los
habitantes, literalmente puede llegar a devorarlos, en el
hall que la Realeza tiene destinado a la lujuria de la
bebida, la alegría y el sexo. Sus ataques son voraces y
violentos en extremo. En este sentido, la técnica escogida por
el realizador, la animación, pareciera encontrar su dudoso
sentido: dotar de figuras expresivas inéditas y exacerbadas a
cada muerte que se cobra el horroroso asesino con sus propias
manos. La historia, frente al desánimo y terror que domina al
pueblo, continúa con la llegada de un héroe, Beowulf, que se
presenta con soberbia y con la extrema seguridad de que cumplirá
con la misión de acabar con Grendel. Si algo caracteriza a
Beowulf desde su primera aparición es que no se trata de un
héroe que derroche simpatía ni mucho menos nobleza.
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El panorama
narrativo, a partir de la llegada de Beowulf, lo muestra como
personaje central del film, secundado por los roles del rey y de
la reina. Sin detenerse ni profundizar demasiado, se deja
traslucir cierta atracción entre la reina y el héroe recién
llegado. Como también cierta complicidad entre el rey y el
héroe. El guión no se toma tiempo para profundizar en los
personajes, porque la acción es el objetivo principal de la
película. Y la acción sobra. El héroe mata al demonio. Luego
persigue a la madre del demonio, aún más atroz. Luego es rey. Un
rey que la evolución de la trama lo desafiará a afrontar las
debilidades de su carácter y la fragilidad de su alma, cosa que
intentó ocultar por siempre. Los sucesos del film no ofrecen
puntos intermedios, fases de transición. El alimento de la
historia es la acción, las peleas, la muerte y la sangre. Allí
reside su vitalidad y su propósito. Y todos esos elementos, tal
cual su objetivo, abundan, salpican de violencia a la pantalla.
Más allá de eso, la pregunta esencial que deja transmitir lo que
se ve, no se modifica: ¿esto, para qué?
Hopkins,
Jolie, John Malkovich y varios otros actores prestigiosos
y reconocidos, prestan su voz, su nombre y su imagen para la
construcción de personajes animados similares a ellos. Pero la
animación les exhibe despojados de sus expresiones vitales, de
su gestualidad, del brillo de sus ojos. Lo que muestran las
imágenes son los cuerpos inhabitados, los fantasmas sin vida y
sin encanto, de los actores que protagonizan el largometraje.
Más que una elección estética, que no pareciera tener mucho
sentido de acuerdo a lo que deja ver la historia que narra el
film, la utilización de estos intérpretes pareciera más un
recurso de marketing acotado económicamente que otra
cosa, ya que el presupuesto se incrementaría bastante más si los
actores nombrados aparecieran en escena de carne y hueso y no
como caricaturas virtuales.
En lo
referido específicamente a la película en sí, la propuesta que
lleva a cabo no regala casi sorpresas. Ni tampoco deslumbra
visualmente. Acaso sí pueden llegar a impresionar algunos
momentos de acción. Y la parte final ofrece una tensión
constante, aunque previsible, durante un buen rato, el mejor de
la cinta. En síntesis, “Beowulf” es un entretenimiento más. Algo
chato y desencantador. Claro está que el realizador no tiene por
qué justificar los recursos estéticos que utiliza ni las
elecciones que decide tomar. Pero, en este sentido, tal vez
hubiera generado menos desazón de haber usado actores
desconocidos para ponerle la voz y la imagen a sus personajes
animados. Porque el uso de los fantasmas virtuales sin alma de
Hopkins, Jolie, Malkovich y compañía parecieran restar en lugar
de potenciar la propuesta. Por otra parte, tal vez alcance con
observar con atención al maestro Hayao Miyazaki para comprender
que un film que use cualquier técnica de animación no necesita
recaer en las vulgaridades del lenguaje, sino todo lo contrario,
para dejar en claro su intención de apuntar a un público adulto
y no a uno infantil.
Así,
probablemente todavía confundido, sin demasiadas explicaciones
para lo que acaba de ver, y sin demasiadas ganas de buscar
argumentos que le ayuden a entender lo que vio, el espectador
sin nombre se retirará de la sala. No será la primera ni la
última vez que le pase, pero no por eso habrá nunca que dejar de
hacerse uno de los interrogantes que permiten conservar el
espíritu crítico latente en el hombre. Una vez más, entonces,
habrá que preguntarse... ¿esto, para qué? Bienvenido sea.
Calificación:
    
Imágenes
de "Beowulf" - Copyright © 2007 Warner Bros. Pictures, Shangri-La Entertainment e ImageMovers. Distribuida en España
por Warner Bros. Pictures International España. Todos los derechos
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