 |
Dirección:
François Dupeyron.
País: Francia.
Año: 2001.
Duración: 135 min.
Interpretación: Eric
Caravaca (Adrien), Sabine Azéma (Anaïs), André
Dussollier, Denis Podalydès (Henri), Grégori
Dérangère (Pierre), Isabelle Renauld
(Marguerite), Géraldine Pailhas (Clémence),
Jean-Michel Portal (Alain), Xavier De Guillebon
(Louis).
Guión:
François Dupeyron; basado en la novela de Marc
Gugain.
Producción: Laurent
Pétin y Michèle Pétin.
Música: Arvo
Pärt.
Fotografía: Tetsuo Nagata.
Montaje:
Dominiquie Faysse.
Diseño de producción: Patrick
Durand.
Vestuario:
Catherine Bouchard. |
CRÍTICA
Julio
Rodríguez Chico
El
otro rostro de la guerra

Película
sobre la trastienda de cualquier conflicto
bélico, en este caso de la Gran Guerra, en la
que se muestra todo el horror y la sinrazón de
una violencia que deja marcados a sus
protagonistas interior y exteriormente. Heredera
de Johnny cogió su fusil (Dalton
Trumbo) en su vertiente antibelicista y de
angustia vital, y de El paciente inglés (Anthony
Minghella) en su mirada romántica, esta
película francesa ha cosechado un importante
éxito de taquilla y crítica en el país vecino.
Un oficial
francés es alcanzado por una bomba al poco de
incorporarse a filas, poco después de intimar
con una mujer recién conocida en la misma
estación de tren. Las graves heridas sufridas en
la mandíbula, paladar y rostro le impiden hablar
y, lo que es peor, le sumergen en un mundo de
angustia y de aislamiento en el que no se acepta
a sí mismo. En el Hospital será sometido a
múltiples operaciones, y conocerá a otros
mutilados entre ellos una mujer, con
los que surgirá una amistad que les ayudará a
superar momentos difíciles en su lucha por la
vida. En medio de ellos, una enfermera heroica y
compasiva servirá de fuente de esperanza a esos
héroes de guerra, pero cuya monstruo-sidad
física provoca el rechazo hasta de familiares.
El
drama humano de la guerra es enfocado
psicológicamente en su primera mitad, y
no llegamos ni siquiera a ver el rostro del
oficial mal-herido. La cámara al modo
subjeti-vo atiende más bien al clima de
desesperación que le embarga y a las reacciones
que provoca en quienes le rodean; son momentos de
ritmo pausado y excesivamente parsimonioso, que
busca provocar la curiosidad del espectador pero
sin la fuerza ni la carga nihilista que le
imprimió Trumbo. En la segunda hora de
metraje, la cámara adopta una postura más
narrativa, y nos presenta su lucha no ya
por sobrevivir sino por aceptar su nueva
situación en la vida, por superar desalientos
que conducen al suicidio o demos-trarse que su
condición de hombre permanece inalterable (con
una escena de burdel, por cierto, un tanto
innecesaria y maniquea al pretender ofrecerse
como contraste frente a la muerte de la guerra).
Dupeyron
dirige la película de ma-nera artesanal,
academicista, y eso le lleva a marcar en
exceso los tiempos narrativos, a buscar el drama-tismo
con ligeros picados y contrapi-cados, o a pasear
la cámara por las habitaciones del hospital para
ir mos-trándonos los despojos humanos que deja
la guerra. No se excede ni regodea en lo morboso,
pero resulta un poco exagerada la angustia y el
complejo de los mutilados cuando poco a poco van
recuperando sus facultades fundamentales. El
final puede enten-derse como un regalo al
público que ha sufrido la angustiosa situación
de los protagonistas durante dos horas, o como un
premio a quien ha luchado por superar la
adversidad y vivir la vida que se le ofrece. Las
interpretaciones son notables, especial-mente la
de Eric Caravaca, y la
atmósfera desasosegante está bien conseguida
con una fotografía que refleja lo sombrío de la
guerra.
Imágenes
de El pabellón de los oficiales - Copyright ©
2001 ARP Sélection. Todos los derechos
reservados.
Página
principal de "El pabellón de los
oficiales"
Añade "El pabellón de los oficiales" a tus películas favoritas
Opina sobre
esta película en nuestra Lista de Cine
Suscríbete
a la Lista de Cine si todavía no eres miembro
Recomienda
esta película a un amigo
|